Estamos en una encrucijada. Nuestro planeta está en «pausa», y las inequidades e injusticias de nuestra existencia actual están saliendo a la superficie, a medida que las comunidades se ocupan de los impactos de la pandemia COVID-19. Estamos viendo que nuestro viejo «normal» no estaba basado en sistemas que benefician a la gran mayoría en el planeta.
Pero esta pandemia mundial está lejos de ser la única amenaza global. Durante varias décadas, las comunidades indígenas y locales han estado alzando la voz para advertir sobre la crisis climática. El aumento del nivel del mar, los fenómenos meteorológicos extremos, los incendios forestales y la erosión costera están afectando desproporcionadamente a la población mundial, especialmente a estas personas, que ya son normalmente las más vulnerables del mundo. Sin embargo, al mismo tiempo seguimos perdiendo los objetivos establecidos a nivel mundial para reducir estas emisiones nocivas. Seguir con esta “inacción” amenaza la seguridad social, cultural, ambiental, espiritual y económica de todos. A pesar de esto, las comunidades indígenas y locales no están quedándose de brazos cruzados. De hecho, han sido líderes en adaptación y convivencia sostenible con la naturaleza durante miles de años, un mundo alejado de los estereotipos actuales que los retrata como víctimas pasivas de los impactos climáticos.
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