El territorio no es únicamente un pedazo de tierra, sino que es el alma del pueblo negro. Lorena Torres Herrera, poeta de Buenaventura, narra el sentir del hombre y la mujer negra cuando su espacio para ser ha sido arrebatado en el poema «Atarrayando el olvido», que hace parte de la Antología de mujeres poetas afrocolombianas.

El negro cogió su canoa
y metió su canalete al agua
y se fue con el río,
para ver si en algún recodo
podía atarrayar el olvido.

La nostalgia se enganchó en su anzuelo
y en su katanga cayeron mil lágrimas,
pues se marchaba, llevando consigo
–como único equipaje–
su desesperanza.

Miró al horizonte buscando en el mangle
encontrar a su dolor remanso.
Pero su mirada se clavó como ancla
en aquel paisaje donde solo había
un sol ya en ocaso.

Ya no había esteros,
ya no había vida en los raiceros,
ya el verdor del campo se había fundido
con el azul del cielo
y como de una pintura fueron borrados
cual si fueran manchas.

Todo, todo fue arrasado
y el negro lloraba
–pues sabía
que en cada canaletazo
iba dejando trozos de su vida–.
Su trasmayo se rompió una tarde
cansado de atrapar recuerdos
de tantas masacres,
cuerpos mutilados por el poderío
de una cruel violencia
cuyo rostro, para él,
siempre fue desconocido,
aquel paraíso que fuera su tierra
se había extinguido.

Y ahora…
el agua está impura,
se enrojeció el verde,
siembras de amarguras,
cosechas de muerte,
se acabó la caña, se pudrió el trapiche,
ya no hay caimito, calabazo, plátano, pescao,
piangüa, pepenan, ni viche.

Ya no se oyen risas, solo se oyen llantos,
cayó la marimba, cesaron los cantos,
se hundió la balsada, se ahogaron los santos,
se quemó la casa y hoy reina el espanto.
Y el negro…

El negro cogió su canoa
y metió su canalete al agua
y se fue con el río
para ver si en algún recodo
podía atarrayar el olvido.

Su pie tocó
un día playas extranjeras,
a su canoa y canalete
despidió en la arena
y emprendió el camino
hacia un futuro incierto
sin su río, sin su tierra,
sin su mar y sin sus sueños.

Él seguirá viviendo,
él seguirá luchando,
llevando en su pecho
una loza fría
sobre su corazón muerto.

El negro cogió su canoa
y metió su canalete al agua
y se fue…
Se ha ido con el río.

Anda desesperadamente buscando el olvido,
olvido que jamás se alcanza
cuando lo que se ha perdido,
cuando lo que se nos ha arrebatado,
ha sido… ¡el alma!

Atarrayando el olvido, poesía sobre el despojo del territorio

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